domingo, agosto 26, 2007

Nacimiento (cont.)

Saludos,

...[continua de aquí].

"Al escuchar el trío de vocablos el hombre ropero se puso pálido como ceiba. No sabía como afrontar tal rigor de palabras. El primer instante de su pensamiento se posó en las manos del forastero, por si por algún artilugio sacaba una espada y lo cercenaba. Al ver que no movió las manos, pensó en algún encantamiento, que probablemente ya estaba muriendo y que no tardaba en ver al forastero desde el licencioso suelo. Tampoco pasó nada. Al pensar que le estaba tomando el pelo, se paro en su majestuosidad llevándose de sí, la mesa. El forastero, que tenía las manos sobre la mesa, sólo las quitó y lo vió a los ojos, después al corazón y de nueva cuenta a los ojos: 'Tienes aire en el corazón'. Lo dijo de una manera autoritaria, con cierto tono de tristeza, con lo que el hombre ropero no pudo mas que levantar la mesa, sentarse de nuevo y cruzar las manos enfrente del hombre de proveniencia sospechosa. Hablaron largo rato. El tabernero no podía creer lo que había visto. Nunca en sus 40 años de tabernero, y en los 20 que llevaba frecuentando el hombre ropero su taberna, había visto que un hombre no se peleara por incomodar su asiento. Tampoco había visto que ese tabernario se detuviera para una riña.
El tabernero podía ver el miedo en los ojos del antes beodo (semejante susto lo puso en su lugar). El forastero le decía, al igual que le había dicho al tabernero, palabras inintelegibles e impronunciables para el hombre ropero. Pero quedó lo bastante asustado como para pedirle un remedio, cuando vió la demostración, con una papa cocida, de su corazón.

Los otros compañeros de juerga, que apoyaron al hombre ropero para que fuera a poner en su lugar al forastero, quedaron no menos sorprendidos que el tabernero. Habían visto la furia levantada y diluida sin alboroto posterior. Su hombre representante, había cedido a algún artilugio del forastero. Al ver semejante situación otro tabernario, compinche del rondín de bebedores asiduos, salió de la taberna en busca del brujo. El hombre saliente tenía unas barbas remojadas de bebida, que de haberse exprimido podrían llenar 2 vasos y cuarto del líquido alcohólico. Su cuerpo era como de un ocho. Su gran cabeza lo desbalanceaba y tenía que mantener cierta posición para evitar la desgracia por los suelos. Pero no podía inclinarse demasiado porque su barriga le podría jugar un mal movimiento y también derribarlo.
Al llegar con el brujo, hombre sabio, sucio y pestilente, se tapó su nariz con unos trapos. Le dijo sus inquietudes y el brujo sólo le dijo que el hombre forastero era aquel que les daría un nuevo conocimiento humano y la salvación al pueblo. Consternado y decepcionado fue a contarles a sus alegres camaradas, que los últimos momentos habían estado callados por la desilusión de haber perdido a su hombre más feroz, lo dicho por el brujo. Convencidos de la certeza de las sabias palabras pusieron las manos en la orejas de los tarros y siguieron bebiendo. El hombre ropero al terminar de hablar con el forastero salió directo al monte a cortar las hierbas que, no lo curarían, pero sí le darían mas esperanzas de seguir con vida por mas tiempo.

II - Práctica

Pasó una semana y el forastero seguía asistiendo a la taberna. La gente había pasado la voz de que era un sabio y un tipo de curandero bastante certero. Los niños barrigones iban y disminuían su panza con un té de sabor amargo; las mujeres embarazadas disminuían los dolores de parto con otro tipo de té; jaquecas, dolores musculares, cortadas infectas quedaban sanadas o curadas. La taberna estaba siempre llena y se tuvieron que poner dos negocios en el mismo lugar. Por las mañanas la taberna era un comedor y la gente después de recibir el consejo del forastero comía un poco. Por las noches se recetaba igualmente y en lugar de pato se vendía vino.

La taberna no dejó de tener los eventos de trifulcas donde terminaba algún acuchillado, pero sí disminuyó. El forastero jamás se metía en las riñas. Si acaso un golpeado era tirado en su mesa o cerca de él, levantaba los pies o retiraba sus manos de enfrente de él.
Cuando algún pobre beodo terminaba en el sueño eterno, el tabernero lo sacaba al callejón pestilente, dónde el forastero a la hora de salir le daba una inspección a la herida, le revisaba las mucosas, hacía una anotación en un pergamino y se retiraba por caminos conocidos pero poco transitados.
La gente que lo veía marcharse, lo veía embolismarse en un gran gabán y partir hacia las orillas del pueblo. Un joven que había ido a recetarse una noche, tomó la determinación de seguirlo para saber el lugar de su residencia y con quién o quiénes vivía. Las calles estaban vacías y el rumor del calzado del forastero era cuanto apenas audible. El joven caminaba lentamente sorteando la mierda de caballo en las calles y los costales arrumbados. Al haber avanzado 3 cuadras el joven no podía caminar más lentamente, porqué el forastero parecía flotar de tan rápido que andaba. El forastero al llegar a una esquina dió vuelta, pero el joven todavía le quedaban unos 20 pasos por llegar a ella. Al llegar a la cornisa, el joven, agitado, forzó su vista para ver por dónde había caminado el forastero y prestó atención a la noche para escuchar los goznes que nunca son discretos. El forastero se había diluido en la soledad nocturna.

...[continuará.]"

Arriba y adelante!!!

4 comentarios:

ChavirA dijo...

NOOOOOOOO! MALDITO! OTRO CONTINUARÁ! TE DETESTO KUUUUURT!!!

Por cierto, quedo excelente, pobre ropero, ojala y muera mientras duerme :(.

Saludos!

Alejandro Vargas dijo...

jajaja, lo siento chaville pero así es esto, jeje

Gracias, pendiente :D

Alejandro Vargas dijo...

gracias a lig* por la sugerencia de post-edición hecha. :)

Ån€iëNt §Öû£ dijo...

uuu el hombre ocho, me lo imagine tan gracioso, como esos de tom y jerry o speedy gonzalez xD