domingo, abril 15, 2007

Suministro de víveres conmemorativos


Seguramente la madrugada antes de dormir, este sujeto dispuso la señal de su dispositivo móvil a las nueve de la mañana. Horas más tarde, precisamente tres minutos después de que la alarma se activara, su equipo estereofónico le indicaría que era tiempo de dirigirse arriba y adelante a realizar sus actividades.

Actividades no tan habituales que describiré según entiendo y juzgo. Siete minutos después y el tigre estaba en pie. Marcharía a la jungla asfáltica no sin antes perder un poco el tiempo y alistarse.

Luego de descolgar el teléfono, Kurt C. indicaría a la veterinaria que en una hora con cinco minutos llevaría a su cánido para su revisión. Bastaron cincuenta minutos para que los preparativos llegaran a su resolución.

Lo que el sujeto bien se imaginaba era que el tráfico le demandaría esfuerzos extrahumanos para extraer de la cochera su automóvil. A pesar de aquello, justamente cinco minutos más tarde, llegó a su destino luego de lidiar con el lentísimo sabatino tráfico.

La experta en animales comenzó a revisar al canino inmediatamente. Una nueva vida vio en los ojos del perro al decir que iba muy bien. Quince minutos más tarde comenzó el cotorreo con Sara, el nombre de pila de la veterinaria amiga familiar que le indicó al sujeto algunas observaciones para el perro y por supuesto, chulada de vieja: no cobró un centavo.

Al regresar a su casa, una decisión salvó a su carro: Llevar al perro a orinar al patio dejando por supuesto, el carro estorbando… más bien digamos que invadiendo media cuadra de una Loza no tan importante; porque de cualquier forma es siempre cerrada.

Ahora sí, luego de dejar al perro y guardar el carro en su respectiva cortina metálica, el sujeto tomó su dinero para atender su otro pendiente. El gran pendiente que era el de comprar víveres para el día de su aniversario. Cumpliría años al día siguiente.

Frituras, papas, botana y cacahuates rodeaban al sujeto no en un puesto cualquiera, sino en un Señor atascado establecimiento en donde abunda entre otras cosas la llamada botana garrocha. Al llegar el turno del sujeto, turno que se ganó luego de esperar a unas cuantas miles de personas, la orden fue la siguiente: “2 bolsas, botana garrocha de a kilo por favor y una salsa de litro y medio Costa Brava”.

Primera parte cumplida. La orden fue exitosa y Kurt C. Volvió a su casa para preparar la siguiente fase. Treinta minutos después de que “El Chico” regresara, pensó en el peinecillo, pensó en los cortes adecuados, pensó en la carne para mañana. Si; 5 kilogramos de peinecillo servido a las 9:30 de aquella mañana especial serían la opción. Claro que nunca los pagó. Fue a reservarlos.

Cruzar la calle dejando esa esquina en la que la carnicería desmembraba bovinos sería la opción para llegar al mercado. Mercado de esos que contienen una cremería en donde se pueden comprar digamos tres adoberas, dos bolsas de carbón siendo atendidos por una chulada de viejo. Y aquella vez de nueva cuenta así lo fue cuando Kurt C. pidió 1.75 kg. de jitomate.

Lupe además de verdulero es hombre e Inés: también. Compró y compra por tradición, ya que su abuela compraba hace un medio centenar la verdura ahí. Verdura que el día de hoy incluía al chile verde un puño grande, cilantro otro no tan grande, Kilo y medio de limones, un manojo de cebollitas de cambray y otras dos de las grandes. Se retiró caminando estorbándole muchísimo el carbón.


Golpeaba el carbón su pierna derecha de manera asesina. Casi desmembrándosela aquella nueva chulada de herida. De regreso pasó por el nuevo bar clandestino’s cuyo concierto aquella noche tocaría el grupo Plástico. Su baterista se le quedó viendo con cara de perro afligido: “amigo, pídeme un autógrafo”. Por supuesto que el tigre no le pidió nada debido a la perforación del sólido mineral.

El refrigerador recibió cuidadosamente los víveres. No. Eso hubiera sido si el que escribe hubiera sido el protagonista. El refrigerador recibió los víveres de maneras que solo el que introdujo la comida sabe.

El six de Indio comprado en el Oxxo a eso de las once con treinta de la mañana, junto con la tarjeta de 100 pesos de prepago delató al alcohólico greñudo. Eso para los ojos de la delicia de empleado. Pues nunca creería el de chamarra rompe pupilas que el alcohol se usaría para marinar la carne.

La cuenta aumentaba y aumentaba y aún no era la celebración. Siguiente capítulo: Bodega Aurrera.


c0o1


Esta entrada de Lithium fue escrita por José Luis Velasco en un experimento en el que Alejandro Vargas le describió su día. A su vez, Alejandro Vargas le escribió su crónica de bajada a José Luis Velasco.


Para ver la crónica b, el link aquí


Arriba y adelante!!!

7 comentarios:

Jos Velasco dijo...

Interesante experimento. Realmente me agradó tu forma de escribir. Crees que sería bueno poner por ahí las conversaciones? Realmente me sorprendió la manera en la que modificaste y adaptaste el "material"

Alejandro Vargas dijo...

muchas gracias. Sabes, creo que sería conveniente poner las conversaciones siempre y cuando se pidan, por si hay interés.

A mi también me agradó el experimento y tu forma poética está presente. Acostumbras la rima y esta no fue la excepción.
Mi conversación es muy larga y la resumiste de forma tal que queda perfectamente ubicada en tu relato en mi blog.

visiten c0o1.com

Saludos

Nacho dijo...

hay interés por mi parte, que se pongan las conversaciones por favor.

Jos Velasco dijo...

Deja que pase el tiempo para que la gente lo lea y luego ya las publicamos va?

Alejandro Vargas dijo...

decisión, venga decisión

Jos Velasco dijo...

Nuuunca hubo decisión

Alejandro Vargas dijo...

jajajaja, neeeeta, no recordaba, nuuuunca hubo interés mas que de una persona.